viernes, 16 de enero de 2009

La princesa y la rana 3ª y 4ª parte

La rana era verde, enorme y fea pero con los ojos muy fijos en la princesa. La princesa no le hizo ni caso y siguió bebiendo y cuando se levantó para irse la rana le dijo:
- Hola. ¿Eres una princesa?
Ella se asustó al oír hablar a la rana pero la miró con desprecio y no le respondió. La rana le volvió a hablar
- Hola. ¿Cómo te llamas? ¿Por qué no me hablas?
- No hablo con ranas feas, dijo la princesa con cara de desprecio.
- Pues tú tampoco eres una belleza que digamos,- le respondió la rana - . No eres ni verde y eres repulsiva a la vista.
La rana le volvió a preguntar el nombre a la princesa y ella le respondió con cara de “vale te lo digo pero déjame en paz”
- Me llamo Selene, respondió ella
La rana sonrió y le dijo:
- Yo me llamo Cuak
- Vaya nombre mas feo tienes. Entre tu aspecto y tu nombre no me extraña que estés sin nadie aquí en este río, respondió la princesa riéndose de la rana.
La rana se puso triste y le dijo a la princesa:
- ¿Solo me valoras por mi aspecto?. ¿Es que todas las personas que te rodean son bellas y hermosas?
- Para eso soy una princesa. A mi alrededor está quién yo quiera y cuando yo quiera y desde luego tu nunca lo estarás rana asquerosa, dijo la princesa
- Pero princesa, yo quiero que me conozcas - dijo la rana
La princesa se volvió a reír de la rana y empezó a alejarse del riachuelo pensando en lo que le había dicho la rana. Cuando llegó al castillo, la princesa se acostó en su cama y se quedó dormida.

Pasaban los días y la princesa seguía paseando sola por el bosque negro, y todos los días se encontraba con la rana del riachuelo. Aquella rana no dejaba de insistirle a la princesa de que le diera la oportunidad de conquistar su corazón, pero la princesa una y otra vez le decía que no porque era una rana fea y desagradable.

Sin darse cuenta, cada vez la princesa se quedaba más tiempo escuchando lo que le decía la rana sobre sus sentimientos, pero se limitaba a escuchar y a decir que no podría amar jamás a una rana y que ella se merecía un príncipe o alguien de sangre real, fuerte y hermoso.

Un día, la princesa volvió al riachuelo y la rana ya no estaba. La princesa miró por todos lados pero no la encontró. Preguntó a otros animalillos que había en el riachuelo pero no supieron decirle nada de la rana.
De repente, escuchó en la lejanía las trompetas de palacio. Eso solo podía significar que había llegado un nuevo pretendiente para ella. Corrió hacia el castillo porque su padre siempre quería que ella estuviese cuando llegase algún pretendiente, y efectivamente, había llegado un nuevo caballero. La princesa se adentró en el castillo y entró en la sala del trono donde estaba su padre con aquel apuesto caballero.

Ella se quedó prendaba: un caballero altivo, fuerte, con un cierto toque de arrogancia como a ella le gustaba. Fue como un flechazo. Surgió magia entre ellos y no podían dejar de mirarse el uno al otro. Ella estaba encantada con la forma de ser de aquel caballero venido de tierras lejanas. Estaba ilusionada, le atraía mucho y pensó que había llegado el momento de casarse y así de paso, satisfacer a su padre. Por la noche, después de la cena, salieron a pasear por los jardines de palacio y se sentaron en un banco. El caballero le hablaba en un tono de voz que era música para ella. Coqueteaban con las palabras que se decían y jugaban a conquistar o dejarse conquistar como si de una estrategia militar se tratase. Ambos comprendieron instintivamente que habían encontrado a su alma gemela.

Sus labios se iban acercando y cuando se rozaron en lo que podía ser un beso de amor, apareció de nuevo aquella luz que noches anteriores había sorprendido a la Princesa en sus habitaciones. Tras envolverles con toda su intensidad, se apagó con un enorme estruendo. El Noble Caballero, sacó su espada creyendo que estaban siendo atacados, pero vio que no existía enemigo alguno. Aunque, ¿Dónde estaba la princesa?

- Princesa Selene!! Donde estás!! Gritaba el valiente caballero
No se oía nada en absoluto. Solo los gritos del caballero, el susurro del viento sobre los árboles y el croar de una rana. En el lugar donde estaba la princesa, ahora había una rana, verde, fea. El caballero se fijó en ella y la rana le dijo:
- Soy yo!!. La princesa Selene. No se que me ha pasado
EL caballero miró a esa rana con cara de desprecio
- ¿Sois vos? Pero si os habéis convertido en una rana asquerosa.
- Pero soy yo, la princesa, a la que habéis estado mirando con ojos de amor toda la noche y con la que habéis paseado por los jardines de mi padre.
- No digáis tonterías rana. ¿Cómo he podido haber estado con alguien como vos?

La princesa no podía creer lo que le estaba pasando
- Eres un ser horroroso y desde luego no eres de quien me he enamorado. Vete a la charca con los tuyos.

EL caballero se fué del castillo y la princesa-rana se quedó sola llorando. Ahora era una rana fea. Nadie se le acercaba. Nadie la quería. Todos los amigos que antes estaban con ella, ahora no querían saber nada de ella. Se sintió sola, triste y melancólica.
Empezó a dar saltitos hacia el bosque negro, en dirección al riachuelo. Llegó allí y vio que estaba sola. No había nadie. Se miró reflejada en el agua del riachuelo y observó lo fea que era. Era una rana
Una lágrima cayó de sus saltones ojos y dijo:
Pues me da igual!. Viviré sola aquí. No necesito a nadie.

Pasaron las semanas y comprobó que nadie se acercaba a ella. Algunos lugareños que pasaban por el bosque y que se detenían a beber un poco de agua en el riachuelo, miraban aquella rana y apresuraban su marcha para beber. Decían que aquella rana era realmente horrorosa.

- Nadie me quiere por mi aspecto. Ahora comprendo el daño que le hice a aquella rana. Ojalá la pudiera ver de nuevo para pedirle perdón – dijo la princesa -

Una voz se escuchó tras la princesa-rana
- Hola. Soy Cuack.
- Hola. Soy la princesa. No se si te acordarás de mi. Antes tenía otro aspecto. Ahora soy como tu. Fea y asquerosa.
- Ya lo veo, dijo Cuack. Has sufrido la maldición del egoísmo y el capricho. Has sido castigada por la Luz del Bosque porque no elegiste con el corazón y si con el impulso y el capricho. Ahora tendrás que pagar por ello. No hay una segunda oportunidad. La Luz del Bosque te lo dijo muy claro. Serás una rana toda tu vida y te quedarás sola.

La Princesa-rana no dejaba de llorar. Las lágrimas caían al río y se las llevaba la corriente. No podía dejar de llorar día tras día, noche tras noche. Nadie la quería. Todos los que pasaban por su lado huían al verla y los que habían oído la historia de lo que le había pasado, no se acercaban a ella por lo que había hecho.

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